MEMORIAS DEL DESARROLLO, UN FILM POP CON UN TEXTO NIHILISTA.
Por Sergio Giral
El estreno en Miami del film Memorias del Desarrollo (2010), escrita, filmada y editada por Miguel Coyula, sobre una novela de Edmundo Desnoes, merece una reflexión sobre la función del cine social y político. El film es producto de un acertado manejo de la técnica digital combinado con las reflexiones literarias de su personaje, Sergio, el protagónico de, Memorias del Subdesarrollo (1968), del mismo autor y dirigida por Tomás Gutierrea Alea, ahora en una saga de sus aventuras en el exilio newyorkino, En esta ocasión, Sergio reconstruye su infancia y juventud basada en los antecedentes del personaje del film original. Una vez en el exilio, lo encontramos un escritor fustrado impartiendo clases de historia de las revoluciones o en particular de la revolución cubana en una universidad de New York.
La realización del film es admirable si tomamos en cuenta la dedicación y paciencia de su director, que ocupa todas las funciones necesarias para su logro; guión, filmación y edición. Tarea que llevó a Coyula a diferentes ciudades en busca de escenarios para una trama que le tomó tres años de trabajo solitario, financiado por una coproducción de Cuba con inversionistas independientes americanos
Aunque coherente, la narrativa visual resulta compulsiva y en extremo obsesesionada con las imagenes de Fidel Castro y Ernesto Guevara (Che). En ocasiones para exponer los fracasos de sus ideales y sus errores y en otras para reinvidicarlos. Esta redundancia visual resulta la base de la trama que toma la mitad del film en su proposición de relatar o querer entender que sucedió con la revolución cubana, desde la toma al poder de Castro hasta su caida simbólica en un podium frente al pueblo. Esta suerte de collage imparte al film cierta modernidad trasnochada y a la vez permite al realizador desarrollar la trama con economía de recursos expresivos. En este sentido la labor de Coyula es una solución a las limitacioes de una producción de cine independiente.
El film maneja dos medios de expresión diferentes. Uno es la puesta en escena tradicional, que en este caso se encuentra lograda y el otro un calidoscopio de imágenes fijas a lo McLaren o Warhol, mezclada con material de archivo. Esta curiosa operación producto de un texto de un intelectual prerevolucionario e imágenes de un cineasta postrevolución, crea una dicotomía estética mezcla de la melancolia de los films del este europeo bajo el poder soviético y el liberalismo democrático americano bajo la mirada de un intelectual de izquierda.
El film transita de lugares communes a otros exepcionalmente novedosos, en un trabajo paciente y meticuloso de su realizador. Del Lynch Law a Wouden Knee de la Guerra de Viet Nam al ataque al Word Trade Center. Esta última referencia me resulta egocéntrica, cuando el personaje de Sergio reflexiona sobre la posible extinción de la ciudad sin tomar en cuenta el drama que vivieron sus habitantes y el resto del mundo racional.
Otro apecto relevantes de la trama es el tratamiento al personaje del hermano gay de Sergio, un cineasta que en Cuba trató inutilmente de realizarse y terminó captando con su cámara los sucesos de la toma de la embajada del Perú por el pueblo y los actos de repudio que dieron lugar al puente marítimo de El Mariel. Este personaje que logra terminar su film, finalmente muere de SIDA en una socorrida salida al drama del homosexual cubano en exilio.
La trama retoma los romances de Sergio antes vividos en Cuba y otros en su nueva vida newyorkina, que incluye la relación sexual con una alumna que le cuesta su puesto de trabajo en la universidad. No se si la exposición de estos personajes pertenece a la obra literaria o a la versión cinematográfica, pero de todos modos resulta excesiva y didascálica. Sin embargo, el actor que encarna a Sergio (Ron Blair) posee la expresividad que el personaje requiere y en general el manejo de las actuaciones está logrado.
La melancolía y angustia existencial que abate a Sergio, demasiado ocupado en su conflicto existencial, no deja espacio para cualquier solución al exiliado cubano, dejando a un lado la realidad de otros que han podido ocupar altos cargos públicos, impresionantes niveles en el mundo de las finanzas o simples ciudadanos que gozan de las ventajas de una nueva vida. Si tomamos en cuenta un párrafo de New York, New York, el tema musical del film del mismo nombre, cuya letra dice: If I make it there I make it anywhere, en este caso el discurso expesa lo contrario; If I can't make it there I'm going nowhere. Pero todo es cuestión como cada cual quiera o pueda hacer de la Babel de Hierro su mundo interior, ya sea newyorikans, rusos postperestroikanos, afghanos en fuga o Al Qaeda planendo ataques terroristas. En este caso, Sergio se pierde en la Jungla de Afalto porque no es representativo ni sintomático, si no un personaje solitario sin salida; un buen prospecto para Sartre o Polansky, bastante alejado de la naturaleza del cubano no importa cuan intelectual o elemental pueda ser.
Yo hubiera deseado un mejor final para Sergio. Si es lícito especular, hubiera preferido el de Alain Leroy en Fuego Fatuo, de Louis Malle, mucho más coherente para un personaje tan tristemente perdedor. Pero no es de extrañar que un individuo que haya vivido toda su vida dentro de una cápsula existencial termine en una estación especial en Marte.
Más allá de estas consideraciones felicito al joven director Coyula por su opera prima que ha merecido varios premios internacionales.
Miguel Coyula nació el 31 de marzo de 1977 en la Habana, Cuba. Estudió cinematogafía en la Escuela Internacional de San Antonio de los Baños (EICTV) y recibió una beca del Lee Strasberg Theater Institute en New York, donde realizó su primer film Red Cockroaches (2003).
Nota del director Coyula: la película se financio de manera completamente independiente (tanto en Cuba como en estados Unidos) con inversionistas independientes de ambos paises y sin pedir permisos en ninguno.
Por Sergio Giral
El estreno en Miami del film Memorias del Desarrollo (2010), escrita, filmada y editada por Miguel Coyula, sobre una novela de Edmundo Desnoes, merece una reflexión sobre la función del cine social y político. El film es producto de un acertado manejo de la técnica digital combinado con las reflexiones literarias de su personaje, Sergio, el protagónico de, Memorias del Subdesarrollo (1968), del mismo autor y dirigida por Tomás Gutierrea Alea, ahora en una saga de sus aventuras en el exilio newyorkino, En esta ocasión, Sergio reconstruye su infancia y juventud basada en los antecedentes del personaje del film original. Una vez en el exilio, lo encontramos un escritor fustrado impartiendo clases de historia de las revoluciones o en particular de la revolución cubana en una universidad de New York.
La realización del film es admirable si tomamos en cuenta la dedicación y paciencia de su director, que ocupa todas las funciones necesarias para su logro; guión, filmación y edición. Tarea que llevó a Coyula a diferentes ciudades en busca de escenarios para una trama que le tomó tres años de trabajo solitario, financiado por una coproducción de Cuba con inversionistas independientes americanos
Aunque coherente, la narrativa visual resulta compulsiva y en extremo obsesesionada con las imagenes de Fidel Castro y Ernesto Guevara (Che). En ocasiones para exponer los fracasos de sus ideales y sus errores y en otras para reinvidicarlos. Esta redundancia visual resulta la base de la trama que toma la mitad del film en su proposición de relatar o querer entender que sucedió con la revolución cubana, desde la toma al poder de Castro hasta su caida simbólica en un podium frente al pueblo. Esta suerte de collage imparte al film cierta modernidad trasnochada y a la vez permite al realizador desarrollar la trama con economía de recursos expresivos. En este sentido la labor de Coyula es una solución a las limitacioes de una producción de cine independiente.
El film maneja dos medios de expresión diferentes. Uno es la puesta en escena tradicional, que en este caso se encuentra lograda y el otro un calidoscopio de imágenes fijas a lo McLaren o Warhol, mezclada con material de archivo. Esta curiosa operación producto de un texto de un intelectual prerevolucionario e imágenes de un cineasta postrevolución, crea una dicotomía estética mezcla de la melancolia de los films del este europeo bajo el poder soviético y el liberalismo democrático americano bajo la mirada de un intelectual de izquierda.
El film transita de lugares communes a otros exepcionalmente novedosos, en un trabajo paciente y meticuloso de su realizador. Del Lynch Law a Wouden Knee de la Guerra de Viet Nam al ataque al Word Trade Center. Esta última referencia me resulta egocéntrica, cuando el personaje de Sergio reflexiona sobre la posible extinción de la ciudad sin tomar en cuenta el drama que vivieron sus habitantes y el resto del mundo racional.
Otro apecto relevantes de la trama es el tratamiento al personaje del hermano gay de Sergio, un cineasta que en Cuba trató inutilmente de realizarse y terminó captando con su cámara los sucesos de la toma de la embajada del Perú por el pueblo y los actos de repudio que dieron lugar al puente marítimo de El Mariel. Este personaje que logra terminar su film, finalmente muere de SIDA en una socorrida salida al drama del homosexual cubano en exilio.
La trama retoma los romances de Sergio antes vividos en Cuba y otros en su nueva vida newyorkina, que incluye la relación sexual con una alumna que le cuesta su puesto de trabajo en la universidad. No se si la exposición de estos personajes pertenece a la obra literaria o a la versión cinematográfica, pero de todos modos resulta excesiva y didascálica. Sin embargo, el actor que encarna a Sergio (Ron Blair) posee la expresividad que el personaje requiere y en general el manejo de las actuaciones está logrado.
La melancolía y angustia existencial que abate a Sergio, demasiado ocupado en su conflicto existencial, no deja espacio para cualquier solución al exiliado cubano, dejando a un lado la realidad de otros que han podido ocupar altos cargos públicos, impresionantes niveles en el mundo de las finanzas o simples ciudadanos que gozan de las ventajas de una nueva vida. Si tomamos en cuenta un párrafo de New York, New York, el tema musical del film del mismo nombre, cuya letra dice: If I make it there I make it anywhere, en este caso el discurso expesa lo contrario; If I can't make it there I'm going nowhere. Pero todo es cuestión como cada cual quiera o pueda hacer de la Babel de Hierro su mundo interior, ya sea newyorikans, rusos postperestroikanos, afghanos en fuga o Al Qaeda planendo ataques terroristas. En este caso, Sergio se pierde en la Jungla de Afalto porque no es representativo ni sintomático, si no un personaje solitario sin salida; un buen prospecto para Sartre o Polansky, bastante alejado de la naturaleza del cubano no importa cuan intelectual o elemental pueda ser.
Yo hubiera deseado un mejor final para Sergio. Si es lícito especular, hubiera preferido el de Alain Leroy en Fuego Fatuo, de Louis Malle, mucho más coherente para un personaje tan tristemente perdedor. Pero no es de extrañar que un individuo que haya vivido toda su vida dentro de una cápsula existencial termine en una estación especial en Marte.
Más allá de estas consideraciones felicito al joven director Coyula por su opera prima que ha merecido varios premios internacionales.
Miguel Coyula nació el 31 de marzo de 1977 en la Habana, Cuba. Estudió cinematogafía en la Escuela Internacional de San Antonio de los Baños (EICTV) y recibió una beca del Lee Strasberg Theater Institute en New York, donde realizó su primer film Red Cockroaches (2003).
Nota del director Coyula: la película se financio de manera completamente independiente (tanto en Cuba como en estados Unidos) con inversionistas independientes de ambos paises y sin pedir permisos en ninguno.
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