EL SINDROME DE LA HABANA
Por Sergio Giral
El síndrome de Estocolmo es un término utilizado para describir un fenómeno psicológico real paradójico donde rehenes y víctimas de la violencia expresan empatía y tienen sentimientos positivos hacia sus captores, a veces hasta el punto de defenderlos. Estos sentimientos irracionales confunden el abuso de sus victimarios como un acto de amabilidad, que tienden a excluir de la memoria la experiencia pasada. Algo parecido sucede con algunos cubanos que han abandonado su pais para instalarse en otras latitudes del mundo, preferiblemente en Miami, Florida, en los Estados Unidos, en estos, el síndrome se manifiesta de diversas formas. Uno de las más comunes es la nostalgia de momentos felices obviando la represión sufrida. Otra de estas manisfestaciones, la más directa, son los viajes a la Isla por motivos frugales y diversión, no por reales sentimientos de unificación familiar o la visita y regreso a la tierra de origen, derechos innalienable del humano, siempre y cuando no haya que pagar el precio del chantaje estatal; algunos que han sido humillados y abusados por el sistema desarrollan una aversión al mismo y lo condenana; otros optan por borrar la memoria y vivir su vida. Generalmente aquellos que pertenecieron a una elite, gozaron de privilegios y no fueron tocados por las intransigencias y depotismo del régimen, son precisamente los que más se cuidan de este mal, mientras que otros que han sido oprimidos, al pasar del tiempo desarrollan un sentimiento de perdón y regresan donde sus victimarios sin reproches ni reservas. Esos son son los más proclives a contraer el síndrome. La actual política de los Estados Unidos hacia Cuba ha permitido un mejoramiento de sus relaciones, que conlleva al acercamiento de los habitantes de la Isla con los exiliados. También los cambios internos del régimen cubano permiten al ciudadano mayor libertad individual, siempre y cuando no se exprese contra el sistema político y sus gobernantes. La no restricción a los viajes a Cuba; la ayuda económica a los familiares; la presencia del "internet", aúnque es sabido que sólo pueden utilizarlo para enviar y recibir mensajes de texto, ya que todas las demás instalaciones internet (Google, Yahoo, etc) se encuentran bloqueadas; la presencia de los artistas cubanos de la Isla en los escenarios de los Estados Unidos y el caluroso recibimiento que les ofrece sus fanáticos, han abierto una puerta de esperanza al estrechamiento de las relaciones de los cubanos de ambos lados. Uno de los síntomas más agudos del síndrome es la indiferencia hacia los rehenes que sufren iguales abusos y son víctimas de la misma violencia. En estos casos se desarrolla un egocentrismo que no permite la identificación con los nuevos rehenes y hasta suele considerarlos responsables y por tanto mercedores del castigo. Tomemos de ejemplo el hecho más reciente; el disidente cubano Jorge Cervantes, de 40 años, miembro del grupo "Municipios de Oposición" que fuera detenido el pasado 29 de mayo por colocar letreros públicos críticando el deterioro del ambiente en que viven muchos ciudadanos de Contramaestre, ciudad donde reside, se declaró en huelga de hambre exigiendo su liberación. Es sabido que, expresar una opinión contraria a un regimen dictatorial en sus propios predios, aúnque fuera de manera pacífica, es un acto de valentía que de inmediato será reprimido y su ejecutor enviado a la cárcel y en el peor de los casos, golpeado hasta la muerte, como sucedido a Juan Wilfredo Soto García, arrestado el pasado 5 de mayo en la ciudad de Santa Clara; Orlando Zapata Tamayo que falleció producto de una huelga de hambre en protesta contra el regimen o las Damas de Blanco, que han tenido el coraje de enfrentar los actos de repudio de aquellos controlados y manipulados por el gobierno de la dictadura. Estos reales mártires del momento merecen toda la empatía y de los que del otro lado gozan de las libertades de la democracia. No se trata de rasgarse las vestiduras ni untarse la cabeza con tierra, sino simplemente desarrollar una empatía racional y reflexiva a la hora de aplaudir a los emisarios del régimen cubano. Esta empatía es el reverso del síndrome y un buen antídoto para los que lo padecen, por mucho que las aguas de la Florida no sean tan azules como las de Varadero.
El síndrome de Estocolmo es un término utilizado para describir un fenómeno psicológico real paradójico donde rehenes y víctimas de la violencia expresan empatía y tienen sentimientos positivos hacia sus captores, a veces hasta el punto de defenderlos. Estos sentimientos irracionales confunden el abuso de sus victimarios como un acto de amabilidad, que tienden a excluir de la memoria la experiencia pasada. Algo parecido sucede con algunos cubanos que han abandonado su pais para instalarse en otras latitudes del mundo, preferiblemente en Miami, Florida, en los Estados Unidos, en estos, el síndrome se manifiesta de diversas formas. Uno de las más comunes es la nostalgia de momentos felices obviando la represión sufrida. Otra de estas manisfestaciones, la más directa, son los viajes a la Isla por motivos frugales y diversión, no por reales sentimientos de unificación familiar o la visita y regreso a la tierra de origen, derechos innalienable del humano, siempre y cuando no haya que pagar el precio del chantaje estatal; algunos que han sido humillados y abusados por el sistema desarrollan una aversión al mismo y lo condenana; otros optan por borrar la memoria y vivir su vida. Generalmente aquellos que pertenecieron a una elite, gozaron de privilegios y no fueron tocados por las intransigencias y depotismo del régimen, son precisamente los que más se cuidan de este mal, mientras que otros que han sido oprimidos, al pasar del tiempo desarrollan un sentimiento de perdón y regresan donde sus victimarios sin reproches ni reservas. Esos son son los más proclives a contraer el síndrome. La actual política de los Estados Unidos hacia Cuba ha permitido un mejoramiento de sus relaciones, que conlleva al acercamiento de los habitantes de la Isla con los exiliados. También los cambios internos del régimen cubano permiten al ciudadano mayor libertad individual, siempre y cuando no se exprese contra el sistema político y sus gobernantes. La no restricción a los viajes a Cuba; la ayuda económica a los familiares; la presencia del "internet", aúnque es sabido que sólo pueden utilizarlo para enviar y recibir mensajes de texto, ya que todas las demás instalaciones internet (Google, Yahoo, etc) se encuentran bloqueadas; la presencia de los artistas cubanos de la Isla en los escenarios de los Estados Unidos y el caluroso recibimiento que les ofrece sus fanáticos, han abierto una puerta de esperanza al estrechamiento de las relaciones de los cubanos de ambos lados. Uno de los síntomas más agudos del síndrome es la indiferencia hacia los rehenes que sufren iguales abusos y son víctimas de la misma violencia. En estos casos se desarrolla un egocentrismo que no permite la identificación con los nuevos rehenes y hasta suele considerarlos responsables y por tanto mercedores del castigo. Tomemos de ejemplo el hecho más reciente; el disidente cubano Jorge Cervantes, de 40 años, miembro del grupo "Municipios de Oposición" que fuera detenido el pasado 29 de mayo por colocar letreros públicos críticando el deterioro del ambiente en que viven muchos ciudadanos de Contramaestre, ciudad donde reside, se declaró en huelga de hambre exigiendo su liberación. Es sabido que, expresar una opinión contraria a un regimen dictatorial en sus propios predios, aúnque fuera de manera pacífica, es un acto de valentía que de inmediato será reprimido y su ejecutor enviado a la cárcel y en el peor de los casos, golpeado hasta la muerte, como sucedido a Juan Wilfredo Soto García, arrestado el pasado 5 de mayo en la ciudad de Santa Clara; Orlando Zapata Tamayo que falleció producto de una huelga de hambre en protesta contra el regimen o las Damas de Blanco, que han tenido el coraje de enfrentar los actos de repudio de aquellos controlados y manipulados por el gobierno de la dictadura. Estos reales mártires del momento merecen toda la empatía y de los que del otro lado gozan de las libertades de la democracia. No se trata de rasgarse las vestiduras ni untarse la cabeza con tierra, sino simplemente desarrollar una empatía racional y reflexiva a la hora de aplaudir a los emisarios del régimen cubano. Esta empatía es el reverso del síndrome y un buen antídoto para los que lo padecen, por mucho que las aguas de la Florida no sean tan azules como las de Varadero.
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