EPITOME DE LA VIOLENCIA SICOPATICA
Por Sergio Giral
Cassey Affleck en "The Killer Inside me"
The Killer Inside Me es una producción independiente dirigida por el inglés Michael Winterbottom (Freedomland), escrito por John Curran y basado en un pulp fiction del escritor estadounidense Jim Thompson, publicado en 1952 por Fawcett Publications. Desde su primera escena el personaje protagónico de este film, Lou Ford interpretado por Casey Affleck, promete una trama de suspenso de aristas incalculables. Se trata de un joven asistente de sheriff de modales discretos y pulcra apariencia, que vive en una casa señorial heredada de su padre médico, donde tranquilamente escucha óperas mientras hojea libros de la biblioteca. Todo parece indicar que Lou es un ejemplo de buena conducta que responde a sus propias palabras de "por aquí, si no eres un hombre y un caballero no eres nada," refiriéndose a una Texas de 1958. Pero detrás de su tranquila y controlada apariencia, Lou esconde a un sicópata asesino que despliega su violencia en particular hacia las mujeres. Las escenas de brutalidad sadista en el film son explicitamente sangrientas y están cuidadosamente bordadas de tal forma que nos agarran de sorpresa, a pesar de conocer las secretas obsesiones del personaje. Lou recibe un encargo de Chester Conway, el magnate poderoso del pueblo (Ned Beatty) de expulsar a la joven prostituta Joyce (Jessica Alba), que vive a las afueras de la ciudad. Desde el primer encuentro una pasión enfermiza envuelve a ambos personajes, pero cuando Lou necesita deshacerse de su objeto sadomasoquista, no duda en golpearla hasta la muerte con los puños enguantados, en una escena de repelente violencia sadista que determina el cuadro síquico de Lou a seguir a lo largo del film. Envuelto en las volutas de humo de sus tabaquillos, Lou no parece planear sus crímenes sino que estos son productos de una compulsión asesina cuando en realidad son calculadas soluciones a los conflictos que se le van presentando en la trama. Una serie de escenas pretenden esclarecer el comportamiento criminal del personaje. Una de ellas cuando descubre entre las páginas de una bíblia unas fotos pornográficas escondidas allí al parecer por su padre. Otras dadas por retrospectivas que muestran las relaciones sadistas de Lou en su infancia y la violación de una niña de 5 años por Lou adolescente. En realidad estos flashbacks resultan innecesarios ya que el contraste entre su apacible personalidad, su voz cálida y atemperada que lo hacen lucir tan vulnerable como sus víctimas y sus violentas acciones dicen del síndrome sicopático sin necesidad de antecedentes. Generalmente en este género el personajes sicópatas mantienen una relación amorosa real y tierna que ofrece otra cara a su personalidad desquiciada, siguiendo la regla Lou tiene una prometida Amy (Kate Hudson) con quien aspira a casarse, pero ni tan siquiera esa buenas intenciones liberan a la prometida de un tormentoso final. Este tipo de violencia gráfica y en particular hacia la mujer ha sido muy controvertida en el cine americano. Durante el Código Hays, estaba prohibida cualquier demostración de violencia física contra los personajes femenimos, fue Gilda (1946), de Charles Vidor el film que retó la barrera con su famosa bofetada de Ford a la Hayworth y desde entonces hemos visto a las mujeres sufrir abusos físicos en las pantallas de Hollywood, pero nunca como en este film. The Killer Inside Me es un remake del film homónimo dirigido por Burt Kennedy en 1976 con Stacy Keach en el papel de Lou, pero con elípticas escenas de violencia respondiendo a los requisitos de su época. Esta estética de la violencia expuesta por el director Winterbottom corresponde a una adaptación fiel del pulp fiction de Thompson, que al ser narrado en primera persona se identifica con el personaje como un caso de estudio psicológico con cierto índice de justificación, al menos de simpatía hacia sus actos violentos al entenderlos como innevitables dada una personalidad sicótica irrefenable, pero la frialdad con que planea y comete sus crímenes lo colocan en la escala inferior de un ser humano carente de remordimiento de sus actos, cuando promete “no hacer daño a los que ya están muertos”, mostrando una veta cínica en medio de su sicopatía.
Portada de una edición de la novela de Jim Thompsosn
La brutalidad explícita de The Killer Inside Me y sobretodo por la conjugación de esa violencia con escenas de sexo de connotaciones pronográficas brinda un retrato frio y espeluznante que supera a “Henry, Portrait of a Serial Killer”. Esta dualidad del film le imparte un nivel de desagrado subrayado por el ritmo lento y apacible de una trama engarzada por viajes de autos a lo largo de la ciudad, que recuerdan a Blood Simple de Cohen. La atmósfera de los años cincuenta en que se desarrolla la trama rememora una de los grandes del género Kiss Me Deadly del director Aldrich y The Crimson Kimono de Sam Fuller, por la exposición de los hechos y lo tenebroso de su estilo. Las actuaciones son precisas y presentan una economía de recursos expresivos. Jessic Alba despliega una extraña belleza vulgar y vulnerable mientras que Kate Hudson logra un personaje cotideano de la amante decente y comprensiva en una pequeña ciudad. El resto de los personajes que rodean a Lou en la trama son accidentales y su relación con ellos resulta oscura y solapada, como es el caso del funcionario sindical manipulador interpretado por Elias Koteas o el agente federal interpretado por Simon Baker, que en sus encuentros con Lou parecen esperar tranquilamente el desenlace de una trama en medio de mentiras, traiciones y chantajes, en una atmósfera de descomposición social que retrata el boom petroleros de los años 50’s en Texas. A pesar de sus logros, el film padece de una innecesaria dilación en pantalla. Las escenas de Lou recluido en el manicomio responden a una versión fiel de la novela pero dispersan la trama y traicionan su estilo. El final recurre a un suspenso con ciertos toques melodramáticos que se salvan por el pandemonium que borra del mapa a Lou y sus obsesiones. The Killer Inside Me se estrenó el 24 de enero de 2010 en Festival de cine de Sundance donde recibió críticas desfavorables por su exceso de violencia gráfica, que le han valido la no exhibición en las pantallas comerciales y la condena a ser distribuida en la cadena de Blockbuster y Netflix . El film es lanzado por el Independent Film Channel bajo la clasificación R (menores de 17 años requiere que acompaña a padres a tutores adultos), por la presencia de sexo, violencia y tabaquismo.