SOBRE UNA TALLA AFRICANA
Por Sergio Giral
Por Sergio Giral
Después de doce años esperando por esa oportunidad, El Otro Francisco, iba a ser mi primer largometraje. Frente a mí se ampliaban las posibilidades de elegir un equipo fílmico y decidí optar por aquellos que bien conocía, tanto actores como técnicos, y mi elección dio muy buen resultado. El director de fotografía Livio Delgado ya había realizado mi primer corto dramático La Juala. Miguel Benavides y Samuel Claxton encajaron en sus personajes de esclavos, uno manso el otro rebelde, como anillo al dedo. Demás está nombrar a Adolfo Llauradó como el cruel mayoral y Ramoncito Veloz, en el joven sacarócrata dominado por su pasión por la esclava mulata Dorotea, que fuera uno de mis descubrimientos, Alina Sánchez. También se materializaron recuerdos de niñez con la participación de Margarita Balboa y su voz maravillosa. El cándido y bien intencionado Anselmo Suarez Romero, arrancado de los libros escritos por los jerarcas de historia colonial, en la figura de Gerardo Riverón . Y el intelectual reformista Domingo del Monte, en la exacta interpretación de Omar Valdés. También tuve suerte con las figuras secundarias y hasta con los extras, generalmente integrantes de grupos de folklore afrocubano ansiosos de desmostar su talento. Entre estos se encontraba una joven bailarina del Conjuto Folklórico Nacional , que poseía los atributos de una talla arfricana. El hieratismo de su figura y su frágil candidez me motivaron a elegirla para el personaje de la joven esclava violada por un mayoral, que prefería abortar en medio del monte antes de tener un hijo en cautiverio, Juanita Baró. Quedé impresionado por su fuerza expresiva y no dude en hacerla participar en el elenco de mi próximo film, Rancheador, como la esclava del cazador de negros fugitivos, interpretado por el genial Reinaldo Miravalles, que ofrece al cimarrón cautivo el cuchillo de la venganza. Al pasar del tiempo no supe más de esa jóven bailarian actriz hasta que un día alguien me dijo había partido con su esposo e hijo por el puente marítimo de Mariel, producto de los nefastos sucesos en la Embajada del Perú. Un día, por el aquello del azar y lo inevitable, carené mi barca libre del naufragio en las mismas playas y fue así que nuestra amistad continuó llena de recuerdos y nuevas espectaciones, con aquellla joven bailarina que poseía todos los atributos de una talla africana.
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