VIVIR EN BABIA
Por Sergio Giral
Después de haber publicado en este blog varios atículos sobre cineastas cubanos, unos vivos y otos muertos, que merecen mi admiración y respeto, me asalta una reflexión sobre el reconocimiento del artista y su obra realizada bajo los auspicios del gobierno cubano o cualquier vínculo con este y aquellos que residen en otro país y han determinado ser independientes de ideas y actos del regimen cubano. Existen varias recursos para poder medir la efectividad de estos cineastas y sus films fuera de Cuba, ya sea en festivales y el mercado internacional. Una premisa para estos cineastas es no tener un país que los represente, ya que los films se clasifican por la producción nacional, sea esta cual fuera. Es decir, que un film realizado por un cineasta cubano que reside en Estados Unidos de América y que no mantienen relación o compromiso con el estado cubano es clasificado Made in USA, obviando su identidad nacional y artística y reduciendo su posibilidad de participación en el mercado y los festivals internacionales de cine. Otros de los aspectos limitantes en estas selecciones es el tema de estos films que generalmente inciden en la problemática del exilio cubano y que son visto en muchos casos de forma capciosa o indiferente, no así los producidos en Cuba, aúnque fueran de carácter propagandístico del regimen, que son considerados documentos de la vida nacional de un país o que llaman la atención por incluir elementos de crítica al régimen cubano, lo suficinetemente sutiles para escapar a la censura oficial. Creo que los cinestas cubanos, en Cuba o fuera de allí, no están obligados ha tratar el tema politico para cumplir con la historia; aúnque inevitablemente el arte, por su poder cognositivo establece compromisos sociales y politicos aúnque el artista no se lo proponga. No dudo que Velazques no soportara a las Meninas y que Rubens, nombrado caballero a la vez por dos reinos enemigos Felipe IV de España y Charles I de Inglaterra, no sorportara a su protectora la reina Maire de Medici. Resulta difícil escapar al “endrumuria” política del momento y el reconocimiento de los jerarcas mentores. Esta realidad se puede comprobar en la selección de films realizados por cubanos fuera de Cuba, que no cuentan con una coproducción o ayuda de alguna entidad oficial cubana, en los festivales internacionales de cine.
Otro aspecto definitivo es la preferencia de productores e inversionistas extranjeros en proyectos de tema cubano a realizar en la isla y su indiferencia a los realizados fuera de esta. Tomemos el caso de Leon Ichaso, un director de cine forjado en Hollywood y con un lugar en el mercado americano; dos de sus filmes, Azucar amarga y Paraiso, filmados en el exilio con tema político y con producción independiente son ignorados y han recibido poca atención de críticos y distribuidores más interesados en los productos fílmicos realizados en la isla. Otro de los casos es el film Cercanía de Rolando Díaz, filmado en Miami con actores cubanos de primera línea que tampoco recibió la atención del Festival de cine de Miami. Esta realidad tiene sus raices años atrás con los films de cubanos exiliados que sufrieron el desprecio de festivales internacionales de cine. En 1987 a Jorge Ulla y Nestor Almendros no se les permitió presentar Nadie Escuchaba, un documenal sobre los derechos humanos en Cuba, en el Festival de Nueva York; Conducta Impropia (1984) de Nestor Almedros, que denuncia los campos de concentración de UMAP para homosexuales, grupos religiosos y disidentes fue considerada "un ataque a la estabilidad de la revolución cubana" por el entonces Presidente de ese Festival. Otro tanto sucedió con el documental 8-A de Orlando Jiménez Leal, sobre el juicio y fusilamiento del General Arnaldo Ochoa. Casos como estos llevaron a varios cineastas cubanos a acusar al Festival de cine de Nueva York “de mantener un patrón de intolerancia hacia films realizados por exiliados cubanos que denuncian el régimen de Fidel Castro".
En busca de una solución personal a este conflicto he presentado en festivales internacionales de cine y a la crítica mi film, Dos Veces Ana, recientemente realizado en Miami, como una producción CubanoAmericana y aúnque esta denominación no sea considerada una categoría oficial en estos festivales mejor define a sus creadores y participantes y establece la identidad de su verdadera producción.
Estas consideraciones van más allá de la genealidad y la maestría de cineastas exiliados desde Tarkovsky a Chaplin, de Jules Dassin a Patricio Guzmán, de Forman a Yalzadeh, de Nestor Almendros a Solanas, sino por la necesidad de definir la verdadera naturaleza del cine del exilio que está determinada por un exilio político sin posibilidades de retorno, mientras se viva en Babia.