DE LA GENIALIDAD, EL ARTE Y LA LOCURA.
Por Sergio Giral
Por Sergio Giral
Escribir sobre la genialidad resulta difícil, porque se imponen los adjetivos y las celebraciones. Nace el artista y desde niño traza su propio destino, como una tiza sobre la pizarra. Allí comienzan las incomprensiones y los regaño, pues su identidad diferenciada molesta, preocupa y mueve a la represión., es uns afortunados que poseen el don de la genialidad. Su obra , cabalística y desenfrenada no permite espacio a la reflexión inmediata, sino que envuelve en su laberinto de signos y códigos, aúnque tangibles, secretos. ¿Qué necesidad, qué impulso mueve a este artista a descifrar su realidad en imágenes quebradas y superpuestas, en desafío a la razón oficial y al dogmatism de los estilos? La respuesta se pierde una vez más cuando la obra se impone al juicio sin dejar espacio al análisis de los estilos. Niño travieso, pilluelo en tamaño de hombre, negro, robusto, viril, transitaba por las habitaciones de bellas mujeres, deleitadas por su verbo y su voraz apetito de existir. Transitaba por las calles de la ciudad arrebatando a la realidad su lado poético, para luego devolverlo con su propio lenguaje. No sabía del pudor frente a la belleza de los seres anónimos que encontraba a su paso y devolvía en imágenes a niveles de poesía. El niño aborigen que cruza el río en su barca de sueños, los tenderos a la puerta de sus comercios, la joven aspirante a modelo. ¿Qué quieres ser Milagros? Quiero ser modelo. ¡Ay, Milagros, no hay peor ciego que el que no quiere ver!. Con bastón y lentes oscuros, desnudaba la época que le tocó vivir a la joven aspirante y al propio artista. Jesús, redentor sindicalista sin el don de hacer milagros. La Habana, ¡Oh, la Habana! Doncella mancillada por las botas militares y la voluntad del poder, vieja ramera concubina de extranjeros y piratas. “La Babilonia del Caribe”, dijo una vez el dictador , al que le brotaban flores de café en su barba. Los negros y sus atavismos traídos en barcos y cadenas, celebrando a sus dioses en medo de la represion. Caligrafía secreta y atrevida que despertaba sospechas en los agents del poder. Fue entonces que comenzó la persecución, la vigilancia, la encerrona al pilluelo que no sabía ser discreto y callar sus apetitos, ni controlar su imaginación. La despiadada esterilización del arte con descargas eléctricas, para amansar la genialidad demente, para amordazar la imaginación, lapidar la poesía, borrar el destino que el niño trazó como una tiza sobre la pizarra. Después vino la noche, la estampida, la fuga, el destierro. Perdí su pista, una vez lo busqué en la ciudad de hierro al norte, y no lo encontré, una vez lo encontré junto al mar del sur, donde los prófugos se aglomeran, El artista había superado la tortura, la castración del arte, ahora gozaba de una paz que no inquietaba a los censores, los filisteos del arte. Conservaba la necesidad de manifestar su imaginación, ahora con nuevos instrmentos plasmaba en lienzo los rostros de aquellos que una vez atrapaba con una cámara de cine. Una vez más lo vi, esta vez muerto, descansando la imaginación desenfrenada, la genialidad demente, la obra cinematográfica que paría sin dolor, desafiando al pecado original.
Dedicado a Nicolás Guillén Landrián, con apellido materno gracias a Diós.