VIAJE A OBLIVION
Por Sergio Giral
© Sergio Giral 2012
Sigo los pasos que dejan las huellas que me conducen a un simulacro de la actualidad. El movimiento y el gesto me aseguran y comprueban que se donde estoy y lo que hago ya ha sido hecho. Los detalles no interesan. Se aprecian en un instante una sola vez y después se olvidan. Solo los locos registran en notas apuradas los detalles del movimiento. El movimiento es una fuga de la contemplación. Me muevo por la necesidad de superar un espacio anterior. Anteriomente inmediato. Sigo los pasos que dejan las huellas de ayer y que me conducen a un simulacro de la actualidad. Otras se interrumpe por causas ajenas que responde a la necesidad de otros de comprobar que la memoria se mantiene intacta. Salvar las distancias es cuestión de puntos de vista. El movimiento se produce en un conjunto de códigos y formulas acopiada durantes siglos y llevadas a la vida cotideana. Soy cotidiano. La tecnología es cotidiana a pesar del tiempo recorrido en su concepción. Las ciudades son extrañas, simulan nuevos gestos, alteran el movimiento, enmascaran el rostro y se pintan el cuerpo como los nativos de continentes perdidos, empeñadas en disitinguirse de las demás. En la ciudad el movimiento es necesario para mantener el recuerdo activo. A veces el movimiento se interrumpe por la necesidad de superar un espacio anterior inmediato. Lugares que una vez tuvieron sentido práctico, se les utilizó hasta la saciedad, hasta envejecerlas y poder reconstruirlas en la memoria. Objetos que integran un sistema de sobrevivencia, constantemente renovados por especialistas en el olvido. Escamoteadores del pasado. El espacio y el movimiento se comparten por la necesidad de vencer la distancia que nos separa de la soledad. Las distancias que nos separa de otras ciudades. Los actos y los gestos quedan grabados en la memoria o en los inventos del hombre desde los dias que inventó la rueda para eternizar el movimiento, para atestiguar los actos repetidos en el tiempo y captar la imagen en movimiento: el cine. El cine es un fósil vivo y palpitante. Un invento del siglo atómico. El cine es la repetición constante del acto y el gesto. El ojo fijo y ajeno que nos permite reconocernos en otros. Figuras transparentes atrapadas en el celuloide, repitiendo los mismos movimientos, los mismo diálogos. Más allá del tiempo y el espacio. Eternamente jóvenes y bellos. La television es una forma de narcisismo electrónico. Un ojo doméstico y ajeno que nos mira y nos devuelve la imagen que somos, que queremos ser y nunca seremos. La televisión nos permite abandonar la concentración en la imagen y dedicarnos a otros actos. Al regreso, la imagen continua exacta e invariable. La televisión es un plato de sopa servido al amanecer. Una foto es la mínima expresión de una imagen captada en el tiempo. La más abstracta y a la vez la más concreta forma de inmortalidad. La necesidad de trascender en actos repetidos que conservan intacta la memoria. Repetidos continuamente con el fin de recibir el mismo mensaje anterior, que asegure donde estoy y porque he elegido ese lugar. Los dias transcurren y las temporadas cambian. Con ellas la gente comienza a comportarse de forma diferente. La gente cambia con mucha facilidad. Las alteraciones en el espacio provocan cambios en el movimiento. Una presencia nueva, extraña contradice los gestos y los actos anteriores y nos obligan a recurrir a la memoria. Reconstruir los hechos. Resulta difícil ser observado por uno mismo. Vigilar los gestos y los movimientos a lo largo del tiempo. Una opción es la imagen reflejada en el espejo que repite los mismo gestos. Los mismos movimientos. Una imagen parcial de la realidad en terminos de tiempo y espacio. El espejo es el mejor amigo del hombre. Nunca lo traiciona. El cine, la televisión y la fotografía son manipulables, de resultados equívocos. Los detalles no interesan. Se aprecian en un instante una sola vez y después se olvidan. Solo los locos registran en notas apuradas los detalles del movimiento.